1. INTRODUCCIÓN
El objetivo de este trabajo es aproximarse al nivel real de consumo de tabaco en
Santiago de Chile durante el último tercio del siglo xviii y las primeras décadas republicanas, lo cual representaría una nueva evidencia de un estándar de vida de su población superior al que estiman Allen, Murphy y Schneider (2012) para la América borbónica en general. Como consecuencia, este estudio ex ante apoya la visión optimista de una creciente línea de investigación1 de las condiciones de vida hispanoamericanas durante el periodo virreinal, en
contraste con la negativa posición que le asignan los partidarios del neoinstitucionalismo, al compararlas con la
América del Norte británica y el noroeste de Europa. Tal como plantea Dobado (2015: 39, 46), no solo
existen diferencias importantes entre los hipotéticos consumos que utilizan Allen, Murphy y Schneider (2012: 873) y los niveles
que sugiere la evidencia para la América española, por ejemplo relativos a un producto como la carne, sino que adicionalmente
se excluyen ciertos bienes que contribuyen a la noción de un bajo estándar de vida con que se evalúa a esta región2. Además de azúcar, alcoholes y cacao, otra importante omisión corresponde al tabaco, cuyo consumo was present in the everyday lives of many Spanish Americans, representando una proporción significativa de las rentas fiscales. Esto pese a que, salvo en Nueva España y Cuba, su demanda fue probablemente menos generalizada (Dobado, 2015: 47).
En Chile, la escasa historiografía al respecto señala que el fumar fue una costumbre natural e imprescindible, incluso entre mujeres y niños, entregándose todas las clases sociales […] por igual al vicio del tabaco (Stapff, 1961: 20-22; Villalobos & Sagredo, 2004: 80). Pese a que este hábito estaba diversificado, principalmente se trataba del producto en rama proveniente de Saña (Perú), cuyo menor costo lo hacía favorito por los fumadores modestos de las ciudades, incluidos los obreros
mineros, mientras que el tabaco en polvo para aspirar, de origen cubano en
mayor proporción, se consumía casi exclusivamente en los círculos más adinerados, dado su alto valor y distinción ligada a su gasto (Villalobos & Sagredo, 2004: 72, 81; Stapff, 1961: 20-21). Durante el año 1791 el consumo de tabaco en rama en la ciudad de Santiago fue de 80.672
mazos, equivalentes a 110.924 libras3, mientras que los niveles de tabaco en polvo superaron las 4.000 libras
(Villalobos & Sagredo, 2004: 81). Una década y media después, la venta de tabaco en polvo en todo el Reino de Chile superaba las 9.000
libras (Stapff, 1961: 21).
Pese a esta evidencia, los estudios de precios, salarios reales y condiciones de
vida –todos los cuales requieren de estructuras de gasto de los hogares para sus
estimaciones–, o no incluyen el tabaco (Salinas, 1974-1975; Quiroz, 2009, 2012; Arroyo, Murphy & Schneider, 2011; Llorca & Navarrete, 2015) o lo consideran de manera parcial (Ramón & Larraín, 1982)4. Este sesgo se debe a la parcialidad de sus fuentes, dada la población en condición de reclusión a la cual interrogan por medio de cuentas de gastos de instituciones eclesiásticas, educacionales, militares, incluidas las relativas a la construcción de obras públicas, todas las cuales no contemplan la provisión de un vicio como el tabaco.
Ante la ausencia de antecedentes históricos relativos al real peso del tabaco sobre el consumo de la población chilena, en contraste con la incidencia de su renta en el erario fiscal
durante el periodo de transición colonial al republicano, este trabajo pretende, en particular para la ciudad
de Santiago, incluidos sus espacios rurales contiguos: a) determinar la
magnitud y estructura comercial del tabaco e incidencia en el consumo,
integrando el estudio de precios, volúmenes y valores de ventas; b) destacar el papel de los consumidores y la evolución de sus pautas de consumo en la formación de la sociedad chilena moderna; y c) instalar este hallazgo en un contexto en
que la discusión historiográfica sobre la divergencia económica se basa en escasa evidencia empírica, usualmente de Nueva España y un par de espacios hispanoamericanos, asumiendo con ello una alta
homogeneización de las condiciones materiales del resto de las economías de esta vasta región.
El plan de esta obra incluye, además de esta introducción, cuatro secciones más las conclusiones. En la primera de ellas se presentan el objeto de estudio, la
metodología y las fuentes documentales. En la sección siguiente se contextualiza el monopolio de tabaco chileno en perspectiva sistémica, considerando en especial el régimen imperial colonial en que se desarrolló esta institución durante buena parte del periodo en estudio. En las tres secciones siguientes
se muestran los principales resultados empíricos de esta investigación: en primer lugar, la magnitud y evolución del comercio de tabaco en Santiago, en contraste con los beneficios de esta
renta, como evidencia de su importancia para el suministro de la población; seguidamente, la estructura del comercio tabaquero, destacando las características de la oferta y el funcionamiento de los estanquillos; a continuación, se exponen los volúmenes y precios de venta de los tabacos y la evolución de los hábitos de consumo en Santiago, así como una aproximación al grado de acceso a estos productos por parte de su población. Finalmente, se presentan las principales conclusiones de este trabajo.
2. METODOLOGÍA Y FUENTES
La atención sobre el consumo constituye un intento por revalorar una historiografía, cuyo análisis debiese integrar los diversos elementos que intervienen en este fenómeno para así contribuir al conocimiento del por qué crecen las economías (Quiroz, 2006). En particular, el estudio del consumo de tabaco en Santiago
de Chile, que habitualmente se concibe como una economía marginal, en buena medida por falta de evidencia que muestre lo contrario,
importa en primera instancia para valorar su incidencia sobre el desarrollo de
la Hacienda. Así, este enfoque busca valorar el papel de los consumidores en el mercado que
abastecía a Santiago y de esa manera evaluar si su dinamismo tuvo una magnitud tal que
permita conocer mejor las reales condiciones de vida de su población. Dado el contexto político imperial en que se instauró el Estanco en Santiago (Náter, 2006; Luxán & Gárate, 2010), la valoración de su demanda no se restringe solo a los efectos sobre su mercado interno ni
tampoco al más amplio chileno, sino que se extiende sobre el resto de las regiones que
integraron este eje comercial. Pese a las restricciones del monopolio, importa
dar cuenta de la real capacidad que tuvo esta población periférica para afectar la economía de la extensa cadena regional que se desarrolló en torno al suministro de tabaco.
Para llevar a cabo estos objetivos, el enfoque histórico regional de O’Brien (1982), Assadourian (1983) y Garavaglia (1983) permite configurar un
espacio privilegiado de análisis de las principales variables asociadas al consumo de una población objetivo. En particular, de uno de los indicadores básicos para medir condiciones de vida, como lo es el consumo per cápita, de lo cual poco se conoce históricamente con respecto a Chile5.
De esta manera, la apuesta de valor de este trabajo se basa en su distinción respecto de los estudios que ponen énfasis en la incidencia de la renta del tabaco sobre el erario chileno6 (Silva, 1968: 156-171; Stapff, 1961: 26-27; Villalobos & Sagredo, 2004: 83-87; Folchi & López, 2010: 15). Un aspecto relevante al respecto es que el beneficio del Estanco
puede revelarse desde diversas perspectivas de la contabilidad en el contexto
borbónico. Por un lado, como valor líquido, cuyo nivel equivalía al caudal disponible para la Corona después de descontar de los ingresos por la venta de tabacos de un año corriente, incluido el valor de existencias de ejercicios anteriores, la suma
de los gastos operativos respectivos, además del situado y la inversión en obras de fortificación del Reino de Chile7. Mientras que, desde la perspectiva de la Real Hacienda, la renta del tabaco
correspondía solo al monto del situado o paga a las dotaciones militares (Klein & TePaske, 1982; Folchi & López, 2010: 16)8. Esto implica la necesidad de aislar estas variables respecto de la evolución efectiva que tuvieron las ventas como indicador del consumo. En particular, el
valor líquido en un año corriente, al concebirse como la diferencia entre ingresos y gastos, respondió a un conjunto mayor de factores, incluidos los relativos a la defensa pública, cuyo carácter estratégico ciertamente distó del fenómeno de consumo y la demanda respectiva que se pretende valorar en este trabajo.
Bajo este enfoque, el límite espacial de esta investigación corresponde al otrora corregimiento de Santiago, perteneciente al obispado homónimo9, cuya superficie abarcó, además del casco urbano, su zona rural circundante, la cual se dividió en doctrinas, jurisdicción política eclesiástica que se remonta a principios de la época colonial (Sociedad Bibliográfica, 1895: 162)10. En 1786, con la creación de las intendencias en Chile, el corregimiento se denominó partido de Santiago (Barros, 2001, vi: 328-329), continuando así hasta la primera mitad del siglo xix.
A diferencia de Stapff, y Villalobos y Sagredo, quienes cubren en general el
territorio chileno, este estudio se concentra en el corregimiento/partido de
Santiago por su importancia histórica, en términos demográficos y socioeconómicos, respecto del resto de las localidades de la capitanía de Chile. Según cifras del primer censo del obispado de Santiago, en 1778 la mayor densidad
demográfica se concentraba en este espacio (Barros, 2001, vi: 271; vii: 324-327; Encina, 1970: 361), cuyos 38.330 habitantes representaban el 21,6% de
la población de esta jurisdicción mayor (Carmagnani & Klein, 1965). Esta proporción se incrementó sostenidamente, alcanzando a 60.000 habitantes en 1810 y alrededor de 80.000
individuos a principios de 1840 (Ramón, 2007: 91, 185)11.
Respecto de la temporalidad, el periodo de estudio se justifica por la histórica trayectoria económica que vivió Santiago a partir de la segunda mitad del siglo xviii. Durante esta época la actividad comercial interna de Santiago experimentó un sostenido crecimiento (Carmagnani, 2001: 179), producto de la creciente
urbanidad (Ramón, 2007: 89-129), que incentivó el aumento de la oferta de moneda fraccionaria para facilitar su funcionamiento
(Quiroz, 2012: 94-105) y, pese a la consecuente inflación de precios (Ramón & Larraín, 1982: 336), los salarios reales se mantuvieron por sobre los niveles de
subsistencia en la capital (Llorca & Navarrete, 2015: 89). Posteriormente, desde 1810 a 1830, la naciente República de Chile, pese a las distorsiones del proceso emancipador, habría ingresado con éxito en la economía mundial, sobre todo durante la década de 1820, debido al dinamismo de su producción interna y al intercambio comercial con otras regiones del mundo (Llorca & Navarrete, 2016: 13).
El método general de trabajo consiste en compilar el valor de comercio del tabaco
para consumo en Santiago, a partir de la agregación de las ventas de cada uno de los establecimientos que abastecieron a este
espacio. En consecuencia, la fuente documental principal corresponde a las
rendiciones de cuentas de cargo y data que registraban los oficiales de
contaduría y tesorería de la administración de esta capital para el control y gestión del almacén, la tercena y los estanquillos de la ciudad, a través de los cuales se distribuía el tabaco al público en general12. En particular, se distinguen las cuentas de cargo o de abastecimiento de
tabacos desde el almacén hacia los estanquillos, cuyos niveles incluían existencias de años anteriores y del año en curso13, de las cuentas de data o ventas efectivas de dichos establecimientos, cuya
estacionalidad difiere de la provisión de estos puntos de venta14. Sin embargo, la escasa disposición de estas fuentes impide reconstruir series continuas de las variables de interés. Como consecuencia, se compilan solo los años con información completa, cuya riqueza, en términos de precios, volúmenes y valores de ventas por tipo de tabaco15 y lugares de expendio permite reconstruir una muestra representativa de la
evolución del consumo en Santiago. En complemento, se utilizan estudios demográficos y laborales para compilar indicadores per cápita y del poder de adquisición del tabaco por parte de la población.
Por último, se recopilan cuentas de valores enteros o abonos en dinero efectivo por
las ventas que periódicamente remitían los estanqueros de Santiago a la Administración, cuyos niveles, a diferencia de otros mercados16, no revelan necesariamente las transacciones efectivas de estos agentes, pero sí permiten visualizar otras variables de interés, tales como su cuantía, los tipos de tabaco en venta y sus precios respectivos.
Cabe destacar que los resultados de esta investigación, como es habitual cuando se utilizan fuentes fiscales, constituyen solo un
piso de la evidencia que se pretende establecer con respecto al consumo de
tabaco en Santiago. Esto es debido a la omisión inevitable de segmentos y canales informales de comercio que representaron, más aún bajo el régimen monopólico al cual estuvo sujeta esta actividad, sectores ilegales permanentemente
sofocados por las autoridades a lo largo de todo Chile.
3. MONOPOLIO DE TABACO EN CHILE BAJO EL SISTEMA ATLÁNTICO
Desde inicios de la conquista americana por los españoles, la Corona articuló un restrictivo sistema comercial en el que las colonias se limitaban a remitir
los metales preciosos a través de un mercado cerrado por el monopolio metropolitano (Fisher, 1999: 36; Náter, 2006: 206). Bajo este esquema, surgió una compleja red de producción, traslado y distribución de productos tabaqueros entre América y Europa, lo que algunos autores denominan el sistema atlántico del tabaco, el cual, luego de despegar durante el siglo xvii, cambia sustancialmente en el siglo xviii, dentro de un marco institucional que tiende a las prácticas monopolísticas (Luxán & Gárate, 2010: 147). La transformación de este sistema, elemento central del plan de reformas borbónicas de la Hacienda para incrementar las arcas metropolitanas, implicó el surgimiento de los monopolios del tabaco en las colonias, principalmente
para financiar la defensa global del Imperio (Náter, 2006: 205, 216; Vizcarra, 2006: 231; Luxán & Gárate, 2010: 169-175)17. De esta forma, la creación de monopolios desde la segunda mitad del siglo xviii respondió a la lógica de organización territorial americana, es decir, fueron independientes entre sí y del estanco peninsular, aunque se creasen según su modelo (Luxán & Gárate, 2010: 175), dejando al descubierto un complejo engranaje productivo
comercial entre las colonias (Náter, 2006: 227). Uno de estos ejes, situado al margen de los principales canales
de producción y circulación del sistema atlántico del tabaco18, se constituyó en torno a los primeros monopolios que en la práctica funcionaron bajo el esquema reformista borbón: Perú (1752) y Chile (1753) (Stapff, 1961: 6; Fisher, 1999: 42). Dada la dependencia
política y financiera de la capitanía de Chile al virreinato del Perú, la administración de estos estancos, al menos en su primera etapa, estuvo sujeta a la Dirección General de Tabacos de Lima (Stapff, 1961: 5-6, 13). Como consecuencia, las
autoridades peruanas fomentaron su producción en las provincias norteñas de Saña y Chachapoyas para cubrir los consumos de Chile y Lima, respectivamente. Sin
embargo, las actividades se limitaron al cultivo de tabaco para la producción en rama, siendo insuficiente la oferta a estos mercados (Fisher, 1999: 43-44;
Escobar, 2004: 27-33; Náter, 2006: 220, 223). En este contexto, se sumó a la escasez de tabaco en rama, la preferencia de los consumidores limeños por el tabaco en polvo (Náter, 2006: 220; Alonso, 2006: 251-252), en adición a la demanda chilena por esta última variedad. El tabaco faltante, por tanto, debió proveerse por la vía transpacífica, esto es, tabaco en rama y en polvo principalmente desde La Habana, vía Panamá, y también este último en menor proporción desde Nueva España, vía Acapulco, para abastecer el mercado limeño y desde ahí el chileno vía Callao-Valparaíso (Fisher, 1999: 43). Dada su posición importadora neta, se identifica a este eje como monopolio consumidor dentro
del sistema tabaquero colonial (Náter, 2006: 220-223)19.
Respecto del monopolio en Chile, fue en Santiago, a partir de mayo de 1753,
cuando comenzó a operar por instrucción del virrey Manso de Velasco la administración del Real Estanco de Tabaco. Este organismo tuvo como objeto distribuir monopólicamente el tabaco provisto desde Lima y, con ello, destinar sus rentas al
reemplazo del situado que se enviaba año a año desde el virreinato para la manutención del sistema de defensa militar chileno (Barros, 2001, vi: 142; Stapff, 1961: 25-26; Silva, 1968: 163-164; Villalobos & Sagredo, 2004: 70)20. Como consecuencia, a diferencia de antaño, se prohibió el cultivo de tabaco y su venta por canales particulares, bajo amenaza de
graves penas, mediante la fiscalización periódica de esta administración, cuyo celo evitaba la introducción clandestina y la agricultura ilegal. Desde este organismo, además, se administró la recepción, almacenamiento y distribución del tabaco hacia el resto de las localidades chilenas (Barros, 2001, vi: 142-143; Stapff, 1961: 7-8, 48; Villalobos & Sagredo, 2004: 63, 66, 70). Durante las últimas décadas del periodo colonial prácticamente todas las jurisdicciones de la capitanía, incluidos sus puntos fronterizos y aislados como Chiloé, Valdivia e Isla Juan Fernández, contaban con administraciones particulares para el Estanco de Tabaco, las
cuales administraban alrededor de trescientos estanquillos en todo el
territorio (Stapff, 1961: 29)21. Si bien, desde un principio, el financiamiento y gestión del Estanco corrió por parte de las autoridades limeñas, a partir de 1786 esta situación cambió al asumir la administración santiaguina el costo y administración del tabaco que se suministraba al reino (Stapff, 1961: 34, 42; Villalobos & Sagredo, 2004: 75; Escobar, 2004: 25).
Posteriormente, la emergencia del proceso independentista chileno amenazó la estabilidad del monopolio vigente. Así, en el año 1811, a un año de la primera Junta de Gobierno de Chile, se autorizó el cultivo interno de tabaco, pero la medida se revirtió en 1815, luego de que las fuerzas realistas recobraran el poder y
restablecieran el régimen de estancos anterior a 1810. Dos años después, tras el triunfo definitivo del ejército patriota en 1817, si bien se restauró el cultivo local, se prohibió el libre comercio, quedando el fisco a cargo de la compra y reventa, además del estanco de los tabacos importados (Lavaud, 1996: 36-42). Un año más tarde, las autoridades revirtieron esta medida, lo cual originó un descenso de las rentas fiscales por el deterioro de los ingresos aduaneros
debido al remplazo del tabaco importado por el cultivo nacional. Esta crisis
motivó el restablecimiento del estanco de tabaco importado en 1820, lo que provocó fuerte resistencia de los comerciantes que ya habían invertido en este negocio. A raíz de este reclamo, al año siguiente se liberó nuevamente la venta de tabacos en polvo y rama, aunque con altas tasas
arancelarias sobre la internación (40% ad valorem), lo que afectó a la importación e incentivó el contrabando. Esto provocó la reacción de las autoridades que revocaron tal medida en 1822, volviendo al régimen monopólico inicial y prohibiendo el cultivo interno (Lavaud, 1996: 45-47). Un año después, en aquel contexto de urgencia financiera para sostener el proyecto
republicano que incluía significativos gastos en defensa, se aprobó la entrega del Estanco a privados mediante subasta pública, medida que afectó la distribución de tabacos extranjeros de cualquier clase, e incluyó también el expendio de naipes, vinos y licores importados, dejando libre solo el
cultivo nacional de tabaco en rama. Esto significó que en agosto de 1824 la firma Portales, Cea y Cía. se adjudicara el monopolio por el término de diez años, asumiendo el riesgo de compra y venta y distribución de los productos estancados, además del pago programado de una millonaria deuda contraída en Londres por el gobierno chileno (Kyonen, 1955: 36-60; Encina, 1970:
777-779; Lavaud, 1996: 48-57). Sin embargo, el contrato se rescindió poco después, en septiembre de 1826, debido al incumplimiento financiero de los
empresarios, cuestión que llevó a las autoridades a trasladar nuevamente el Estanco a la administración del fisco (Kyonen, 1955: 81). Bajo este nuevo régimen se crearon administraciones subalternas en cada partido de Chile, que
sumaban un total de 37 en 1845, sentando con ello las bases de la administración hacendística nacional debido a su presencia en todo el territorio (Villalobos & Sagredo, 2004: 113-114). En 1847, Santiago ya contaba, además de su administración urbana, con cuatro administraciones subalternas, las cuales distribuían el tabaco por todo el entorno rural que comprendía el antiguo corregimiento (Lavaud, 1996: 93-94).
4. comercio de tabaco en Santiago DE CHILE
Una primera aproximación a la cuantía del comercio estancado de tabaco en Chile, por medio de las rentas que
ingresaron a la Real Hacienda del virreinato de Perú entre 1755 y 1774, indica que la administración de Santiago, a cargo del obispado homónimo, lideró la participación con 2.062.776 pesos (pesos de ocho reales), seguida de la Dirección de Lima que alcanzó a 1.290.256 pesos, mientras que Concepción registró 404.454 (Amat y Junient, 1947: 573); es decir, poco más de dos tercios de esta renta se devengaron a partir de la demanda chilena por
tabaco22. Hacia fines de la época colonial las rentas del tabaco aportaban a la Hacienda chilena alrededor
del 50% de los ingresos totales (Stapff, 1961: 26-27; Villalobos & Sagredo, 2004: 87). Esta proporción fue decreciendo gradualmente hasta alcanzar el 10% en 1880, año en que se abolió el Estanco (Lavaud, 1996: 150-151). Al centrar el análisis en la evolución de las ventas efectivas de tabaco en Santiago, se revela una ligera
trayectoria ascendente, aunque con leves altibajos, desde niveles de 80.000
pesos en 1769 hasta valores superiores a 130.000 en el año 1839. Esto implica un crecimiento promedio anual de 0,7%, en términos nominales23, resultado que, como se espera para la evolución del consumo, es consistente con el crecimiento de 1,3% de la población chilena durante el periodo 1790-1835 (Díaz, Lüders & Wagner, 2016: 597). El comportamiento del consumo, en definitiva, contrasta con
la evolución dispar de la renta del tabaco, según se observa al comparar con los distintos valores que representaron este
beneficio (Gráfico 1).
Gráfico 1
Evolución de la venta de tabaco en la ciudad de Santiago y renta del Estanco del
obispado de Santiago, 1755-1839
Fuentes: elaboración propia a partir de ANCH, FCM, serie 1, vol. 962, fjs. 169, 171; vol. 972, fj.
30; vol. 979, fjs. 137-151; vol. 980, fjs. 175-342; vol. 989, fjs. 60-65; vol.
1027, fjs. 3-332; serie 2, vol. 283, fjs. 9v.-11; vol. 284, fjs. 1-64; vol.
286, fjs. 1-13v.; vol. 287, fjs. 1-78; vol. 288, fjs. 1-12v.; vol. 3153, fjs.
25-26; vol. 3155, fjs. 1-33; vol. 3156, fjs. 1-31; Amat y Junient (1947: 573);
Klein y TePaske (1982); Lavaud (1996: 88, Anexo 1); Villalobos y Sagredo (2004:
83, 86-87).
Al comparar las ventas de tabaco en Santiago con el resto de las localidades del
obispado/intendencia homónimo, más Concepción, que en conjunto representaban cerca de un 85% de este mercado en Chile24, se muestra el liderazgo de la capital, cuya participación promedió poco más del 40% durante el periodo tardío colonial (Cuadro 1).
Pese al liderazgo de Santiago, pierde terreno en la era republicana, debido al
progreso del resto de las provincias de la intendencia. En particular, sin
contar Concepción, que durante buena parte del periodo ocupó el segundo lugar, hasta principios de 1790 las provincias de Quillota y Talca
lideraban después de Santiago la participación sobre las ventas del obispado. Sin embargo, a partir de fines de esta década fue el puerto de Valparaíso y sus zonas aledañas los mercados de mayor incidencia sobre esta jurisdicción.
Al agregar el Estanco de Tabaco de Santiago con los valores de comercio interno
respectivos (Carmagnani, 2001: 174, 386-388)25, que incluyeron una surtida provisión de mercancías locales y ganado en pie (Martínez, 2016: 138-140), el primero representó en promedio un 17% sobre el total de esta agrupación26 (Cuadro 1).
Venta de tabaco | 1769 | 1771 | 1772 | 1776 | 1782 | 1788 | 1791 | 1792 | 1799 | 1802 | 1804 | 1805 | 1808 | 1827 | 1831 | 1832 | 1836 | 1839 |
Santiago | 81.053 | 72.101 | 76.034 | 76.525 | 53.832 | 55.244 | 65.074 | 63.452 | 91.887 | 80.642 | 54.538 | 82.815 | 127.548 | 70.433 | 131.970 | 99.390 | 106.081 | 132.403 |
Resto Obispado/Intendencia | 64.756 | 58.161 | 76.168 | 79.576 | | | 74.310 | 84.741 | 145.799 | | | | 173.436 | | 259.693 | | | 264.847 |
Concepción | 26.642 | 24.004 | 21.383 | 22.278 | | | 13.816 | 23.811 | 16.637 | | | | 20.035 | | 62.510 | | | 51.662 |
%/Total |
Santiago | 47,0 | 46,7 | 43,8 | 42,9 | | | 42,5 | 36,9 | 36,1 | | | | 39,7 | | 29,1 | | | 29,5 |
Resto Obispado/Intendencia | 37,6 | 37,7 | 43,9 | 44,6 | | | 48,5 | 49,3 | 57,3 | | | | 54,0 | | 57,2 | | | 59,0 |
Concepción | 15,4 | 15,6 | 12,3 | 12,5 | | | 9,0 | 13,8 | 6,5 | | | | 6,2 | | 13,8 | | | 11,5 |
Comercio interno |
Santiago | | | | 215.483 | 180.408 | 483.640 | | | 290.000 | 396.375 | 427.750 | 427.750 | 552.750 | 617.083 | | | | |
% Cons. tabaco/com. interno (Santiago) | | | | 26,2 | 23,0 | 10,3 | | | 24,1 | 16,9 | 11,3 | 16,2 | 18,7 | 10,2 | | | | |
En síntesis, un primer aspecto relevante de las ventas de tabaco en Santiago es que
su magnitud y evolución difieren de la renta del Estanco que habitualmente destaca la historiografía, ya que se trata de variables de naturaleza distinta. En particular, la
trayectoria del consumo es consistente con el crecimiento vegetativo de la
población, lo que constituye un primer indicio de que el gasto en tabaco habría sido universal entre los grupos sociales de la época. En segundo lugar, pese al liderazgo santiaguino en el mercado colonial del
tabaco chileno, pierde participación debido al avance del resto de las provincias, en especial ante Valparaíso, localidad portuaria que a fines del siglo xviii experimentó un sostenido auge económico y demográfico, producto del aumento del comercio exterior y la producción minera (Carmagnani, 2001; Cavieres, 2008; Llorca & Navarrete, 2016). Finalmente, el contraste entre las ventas de tabaco y los
valores de comercio interno revela una primera aproximación del peso real de este producto sobre el consumo capitalino, pese a la omisión en este análisis de mercancías de origen extra reinal, no afectas a gabelas y provistas por canales
informales.
5. rol de LOS estanqueros y FUNCIONAMIENTO DE los estanquillos
Desde la perspectiva de los agentes que abastecían de tabaco al público en general, los estanqueros cumplían un rol central en la administración de los estanquillos o puntos de venta, donde se expendía al detalle el tabaco que consumía la población chilena. A diferencia de los funcionarios remunerados de la Administración, los estanqueros fueron comisionistas, ya que recibían un porcentaje ad valorem de las ventas que ejecutaban. A través de las cuentas de data y enteros, se constata que durante el periodo inicial
del Estanco las comisiones fueron diferenciadas, según giro comercial del estanquillo. Mientras los estanqueros especializados en el
comercio de tabaco en polvo recibían el 10% del valor de sus ventas, aquellos que expendían tabaco en rama obtenían solo el 5% respectivo, por lo menos hasta 177227. Esta diferencia se eliminó años después, al igualarse en 10% el premio por venta de cualquier tabaco –tal como revelan los registros administrativos de 1776 y 1777–28, porcentaje de comisión que se mantuvo durante las décadas posteriores.
Una de las preocupaciones fundamentales de la administración del Estanco, además de combatir la producción ilegal y el comercio clandestino29 y asegurar la provisión de tabacos a los puntos de venta, era fiscalizar el correcto funcionamiento de
los estanqueros. Con relación a la mantención de los tabacos, estos debían velar por el buen acomodo que corresponde, en estribarlos con correspondientes abrigos para
que se preserven de la humedad, separándolos en sus frascos respectivos hasta que vaya a darse a la venta. Respecto del control de la correcta comercialización y satisfacción de la clientela, destacó el celo de la administración por el respeto de la cuota de venta que se asignaba a cada uno de los
estanquillos, así como también de los precios establecidos del tabaco, para lo que debían poner diariamente en las puertas de las oficinas las tarifas que las gobiernan, procurando además no vender producto mezclado con otros de contrabando, ni tampoco efectos
distintos al Estanco. En cuanto a las obligaciones con la clientela, debían tener a la vista en sus mostradores los pesos, debidamente arreglados para el
expendio de tabaco en polvo, así como también las medidas ajustadas con que se menudean los Mazos de Tabaco en rama. El horario de atención debía ser puntual30, esto es, los estanquillos se abrirían desde bien temprano en la mañana hasta las diez de la noche (Villalobos & Sagredo, 2004: 74). La fiscalización del Estanco se ajustaba, por tanto, al esquema del Antiguo Régimen que dominaba principalmente el quehacer del Cabildo (Alemparte, 1966),
sobre todo en materia de regulación de los segmentos que abastecían las mercancías de primera necesidad a la población.
En complemento a la oferta de estanqueros, el suministro de tabaco en Santiago
se completaba por medio de la tercena y el almacén, cuya operación estaba a cargo del tercenista y el fiel de almacén, respectivamente, ambos funcionarios remunerados de la Administración31. Estos establecimientos se ubicaban en inmuebles arrendados para concretar
desde ahí una pequeña porción de las ventas al detalle e incluso al por mayor32.
Una aproximación al número de estanquillos de Santiago se muestra en el Gráfico 2. Durante la década de 1770, operaban en promedio 33 estanquillos al año, cifra superior a los 16 y 4 puntos de venta que atendían la provisión de tabaco de Lima y Guayaquil en la segunda mitad del siglo xviii, respectivamente (Fisher, 1999: 44; Laviana, 1985: 83). Alrededor de un tercio
de estos establecimientos se especializaba en el expendio de tabaco en polvo,
cuya principal clientela correspondía al grupo de mayor renta, que, a semejanza de la costumbre española, aspiraba dicho producto. Los dos tercios restantes proveían de manera exclusiva el tabaco en rama, fumable en papel o liado en sus
propias hojas, proporción que preliminarmente concuerda con la escasa evidencia de su mayor consumo en
Chile (Stapff, 1961: 20-21; Lavaud, 1996: 88, Anexo 1; Villalobos & Sagredo, 2004: 81).
Respecto de la distribución de estos lugares de comercio, la dirección designaba su ubicación según demanda por jurisdicción y vecindario. Sin embargo, como no siempre se satisfacían las expectativas de ventas de los estanqueros, fueron recurrentes las
irregularidades por mejores posturas para aumentar las ganancias. En este
contexto, para auxiliar las sobrecargadas funciones de la Dirección General, se creó en 1781 la administración particular de Renca, doctrina contigua al límite urbano de Santiago, donde se establecieron de 15 a 20 estanquillos
adicionales al casco de esta ciudad, cuya oferta mayoritaria fue el tabaco en
rama de Saña33. Como consecuencia, la Dirección de Santiago en materia de estanquillos, se restringió a los límites urbanos, donde operaron cerca de 19 establecimientos hasta la década de 1810, mientras que Renca ya contaba con 22 en 180134. Esta reorganización del Estanco en Santiago revela la intención de las autoridades por satisfacer al más amplio público, mediante la presencia de estanquillos en todos sus rincones (Villalobos & Sagredo, 2004: 69). Incluso en áreas de difícil acceso, como fueron los distintos pasos cordilleranos que unían el comercio chileno con las provincias trasandinas del virreinato de La
Plata.
Gráfico 2
Número de estanquillos de tabaco y promedio total
en el corregimiento/partido de Santiago, 1771-1841
Fuentes: elaboración propia a partir de ANCH, FCM, serie 1, vol. 963, fjs. 43-50; vol. 972, fjs.
30, 54; vol. 979, fjs. 137-151; vol. 980, fjs. 175-342; vol. 984, fjs.
368-369v.; vol. 988, fjs. 101-102v.; vol. 989, fjs. 60-65; vol. 1027, fjs.
3-332; serie 2, vol. 284, fjs. 1-64; vol. 287, fjs. 1-78; vol. 288, fjs.
1-12v.; vol. 294, fjs. 3-4v.; vol. 295, fjs. 1-19; vol. 321, fj. 99; vol. 3153,
fjs. 25-26; vol. 3155, fjs. 1-33; vol. 3156, fjs. 1-31; vol. 3157, fjs.
95-96v.; Lavaud (1996: 113-116); Villalobos y Sagredo (2004: 67-69).
A partir de 1809, se evidencia un alza en el número de estanquillos urbanos, alcanzando en promedio a 30 por año, los que en adición a Renca, sumaron alrededor de 50 puntos de venta en el interior del partido de
Santiago (Gráfico 2). Cifra similar a los 49 establecimientos que abastecían a Madrid a inicios del siglo xix (Luxán, 2007a: 151). En suma, el crecimiento promedio anual de estanquillos
santiaguinos fue de 0,7% durante todo el periodo, resultado que se ajusta a la
evolución de los niveles de venta y población de este mismo espacio.
Según la normativa inicial del Estanco, el giro comercial de los estanquillos debía ser único no pudiendo vender licores, especias, olores ni otras mercaderías que dañasen los tabacos (Villalobos & Sagredo, 2004: 74). Sin embargo, en 1781 esta oferta se amplió con la incorporación al Estanco de pólvora, barajas y papel sellado35. Este surtido continuó hasta 1823, cuando se aprobó una nueva extensión del giro de los estanquillos que incluyó té, vinos y licores importados.
La participación de la tercena y almacén en 1769, 1771, 1776, 1791, 1792 y 1832 alcanzó en promedio un 10% del valor de la oferta de tabaco. El 90% restante de las
ventas se distribuyó entre los estanqueros de Santiago, cuya comisión promedio por ventas aumentó significativamente después de 1772 (Gráfico 3), cuando subió del 5% al 10% el premio por expendio de tabaco en rama de Saña.
Gráfico 3
Comisión promedio anual por estanquero de tabaco en Santiago, 1769-1839
Fuente: elaboración propia a partir de ANCH, FCM, serie 1, vol. 962, fjs. 169, 171; vol. 963, fjs.
43-50; vol. 972, fj. 30; vol. 979, fjs. 137-151; vol. 980, fjs. 175-342; vol.
989, fjs. 60-65; vol. 1027, fjs. 3-332; serie 2, vol. 283, fjs. 9v.-11; vol.
284, fjs. 1-64; vol. 287, fjs. 1-78; vol. 321, fj. 99; vol. 3153, fjs. 25-26;
vol. 3155, fjs. 1-33; vol. 3156, fjs. 1-31; Lavaud (1996: Anexo 1); Villalobos
y Sagredo (2004: 67-69, 86-87).
Al comparar estos ingresos con las remuneraciones de otros asalariados a
mediados de la década de 1770 en Santiago (Quiroz, 2009: 229; 2012: 116; Llorca & Navarrete, 2015: 84), los estanqueros obtenían en promedio montos anuales superiores en cuatro veces el salario efectivo,
esto es, excluyendo el valor de alimentación que se daba en el trabajo, de un trabajador urbano no calificado (peón), poco menos de tres veces el ingreso de un oficial albañil o el doble de un maestro carpintero. Los ingresos de estanqueros, más bien, se comparaban con el salario de un médico del Hospital San Francisco de Borja de Santiago, cuyo nivel era de 300
pesos por año a fines del siglo xviii36.
Gráfico 4
Venta mensual de tabacos en Santiago, 1771, 1827 y 1832
Fuentes: elaboración propia a partir de ANCH, FCM, serie 1, vol. 979, fjs. 137-149; vol. 1027, fjs.
3-332; serie 2, vol. 284, fjs. 1-64.
Sin embargo, esta alta media de ingresos no fue sinónimo de una distribución homogénea entre los estanqueros capitalinos. En promedio durante este periodo, el 50%
de los comisionistas se repartió cerca del 20% de los premios por ventas en la capital. Mientras que en 1832,
cuyo balance fue el más desigual, solo el 10% de los estanqueros obtuvo la mitad de las ganancias.
Pese a esta heterogeneidad, los ingresos aparentes de este segmento igualmente
habrían motivado, por un lado, la alta demanda de licencias para establecer
estanquillos37 y, por otro, la prolongada presencia de estanqueros en esta actividad, cuya
operación superaba, en promedio, los ocho años, encontrándose individuos con más de treinta años de servicio38. Por otro lado, al igual que en el resto de los segmentos comerciales
minoristas de Santiago (Martínez, 2016: 129-130, 144-225), la participación de mujeres fue prácticamente nula. La única excepción fue doña Constanza Ferrer, quien figuró como estanquera en 1832, aunque solo por los meses de noviembre y diciembre39.
De acuerdo con las ventas mensuales de los años 1771, 1827 y 1832, si bien no se aprecia una marcada estacionalidad, sí se observa un sostenido incremento de estos niveles durante el transcurso del año, cuyo máximo se alcanzaba en el mes de diciembre (Gráfico 4). De mayor interés es que estos montos muestran la regularidad con que se abastecía tabaco a lo largo del año, a diferencia de la provisión mayorista de mercancías locales, cuya estacionalidad estaba fuertemente marcada por los ciclos
propios de la actividad agropecuaria (Martínez, 2016: 128-129).
6. consumo de tabaco EN SANTIAGO
Las escasas crónicas asocian el uso ancestral del tabaco en Chile al estrato indígena, ya sea para satisfacer el hábito de fumar, como medicina para la asistencia de enfermos por medio de
sahumerios e incluso para la ejecución de rituales religiosos (Carvallo, 1876: 10, 14, 138; Pérez García, 1900: 58). En todos los casos, el consumo de tabaco fue en humo, hábito que habría adoptado posteriormente la población blanca dominante, incluso pese a la introducción del tabaco en polvo, cuyo aspirado se reservó al grupo de mayor renta debido a su alto precio relativo. Previo al monopolio,
el tabaco era importado principalmente desde Perú por un corto número de comerciantes, quienes, con poco respaldo de otros sectores debido a la
exigua producción local, ofrecieron débil resistencia al Estanco en Chile (Barros, 2001, vi: 142; Villalobos & Sagredo, 2004: 62-65).
Desde comienzos del Estanco en 1753, dos fueron las variedades de tabaco que se
surtían a la población santiaguina40, en rama y en polvo41, las cuales se embarcaban, tal como en épocas previas, desde el puerto de El Callao, en Perú42. De acuerdo a los registros de ventas de estanquillos en Santiago, esta
composición se mantuvo durante todo el periodo borbónico, lo que confirma la amplia superioridad del consumo en rama sobre el de
polvo. En promedio, hasta la década de 1810, se abastecían poco menos de cinco mil libras de polvo al año, mientras que el tabaco en rama ascendía a casi ciento cuarenta mil libras anuales43 (Cuadro 2). Esta composición confirma el dominio del hábito de fumar en Santiago, en contraste al escaso peso del aspirado, a
diferencia de las principales economías de referencia (Lima y España), donde esta última labor dominó buena parte del siglo xviii (GRETA, 2002: 314-326; Náter, 2006: 220)44.
Durante la década de 1810, cuando se liberó intermitentemente el comercio tabaquero debido a la permanente tensión de las nuevas autoridades entre actuar de acuerdo al liberalismo económico en boga o continuar con la inercia colonial en favor de logros
recaudatorios, el surtido de tabaco importado aumentó de manera considerable de la mano de privados. Como consecuencia, a principios
de la década de 1820, cuando vuelve la estabilidad del Estanco, se aprecia un notable
giro de las preferencias por tabacos de distinta procedencia, tales como
picado, habano, virginia y guayaquil, cuya venta se efectuaba por libras (y
onzas), lo que restaba participación al producto en rama, abastecido en mazos. La evolución de este patrón refleja la profundización del hábito de fumar entre la población santiaguina, lo cual se tradujo en que la oferta de polvo prácticamente desapareció del mercado (Cuadro 2). Si bien esta pauta de consumo fue similar a la
tendencia general del mercado metropolitano de fin del siglo xviii45, las preferencias santiaguinas evolucionaron de manera distinta, transitando
desde tabacos de menor a mayor valor, siempre en relación a labores de humo.
Cuadro 2
Consumo de tabaco y población de Santiago, 1769-1836
Variedad de tabaco | Tipo de labor | 1769 | 1771 | 1776 | 1791 | 1802 | 1827 | 1831 | 1832 | 1836 |
Polvo | Aspirado | 6.369 | 4.884 | 5.319 | 3.909 | 3.468 | 0 | 0 | 0 | 0 |
Saña (vendido por mazos) | Humo | 134.133 | 125.594 | 139.396 | 114.043 | 183.511 | 63.381 | 98.781 | 51.851 | 80.853 |
Picado | Id. | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 18.280 | 60.601 | 15.638 | 39.441 |
Habano | Id. | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 2.426 | 23.947 | 19.789 | 33.299 |
Virginia | Id. | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 22.677 | 19.996 | 24.273 | 1.504 |
Guayaquil | Id. | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 1.668 | 499 | 9.678 | 6.927 |
Bracamoros (id. por mazos) | Id. | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 974 | 185 | 140 | 0 |
Virginia (id. por mazos) | Id. | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 690 | 45 | 1 | 0 |
Otros* | | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 3.490 | 15 | 125 |
Total libras | | 140.501 | 130.478 | 144.715 | 117.952 | 186.979 | 110.095 | 207.543 | 121.384 | 162.148 |
Población de Santiago | 38.330 | | | 46.958 | 53.654 | 70.048 | | 78.423 | |
<Volumen per cápita (libras) | 3,7 | 3,4 | 3,8 | 2,5 | 3,5 | 1,6 | 3,0 | 1,5 | 2,1 |
Valor de consumo (pesos) | 81.053 | 72.101 | 76.525 | 65.074 | 80.642 | 70.433 | 131.970 | 99.390 | 106.081 |
Gasto per cápita (pesos) | 2,1 | 1,9 | 2,0 | 1,4 | 1,5 | 1,0 | 1,9 | 1,3 | 1,4 |
*La variedad Otros significa: Otros (Saña [id. por libras], Rapé, breva, Brasil, país, Mendoza).
Fuentes: elaboración propia a partir de ANCH, FCM, serie 1, vol. 972, fj. 30; vol. 979, fjs.
137-151; vol. 980, fjs. 175-342; vol. 1027, fjs. 3-332; serie 2, vol. 283, fjs.
9-11v.; vol. 284, fjs. 1-64; vol. 287, fjs. 1-78; Carmagnani y Klein (1965);
Laviana (1985: 68-69); Lavaud (1996: Anexo 1); Díaz, Lüders y Wagner (2016: 597).
Un claro incentivo para este progreso fueron los precios (Gráficos 5 y 6). Mientras el polvo se comercializó a 32 reales de plata por libra, el tabaco en rama de Saña se menudeó a solo 4 reales el mazo durante todo el monopolio borbón. Casi seis décadas después, recién iniciada la crisis independentista, a fines de 1810 se decretó una primera contribución a las ventas del Estanco, elevándose en ocho reales (un peso de plata) la libra de polvo y en un real el mazo
de rama (Medina, 1960: 75). Esta medida se reiteró en 1814 solo para el tabaco más popular, ante los mayores apuros de la patria, lo que alzó a 8 reales el mazo de rama (Lavaud, 1996: 38-39). En 1824, producto del
traspaso del Estanco a privados, los precios se fijaron en 6 reales por libra
para los tabacos importados más demandados (virginia, guayaquil y picado), mientras que en 8 reales la
variedad habano. En contraste, el polvo continuó su escalada alcanzando los 48 reales/libra. Esta medida también afectó al precio del tabaco en rama, cuyo mazo se redujo a 5 reales (Kyonen, 1955: 53,
138). Estos niveles continuaron hasta 1846, cuando se decretó una nueva disminución de los precios para desincentivar el contrabando (Lavaud, 1996: 116, 142).
Gráfico 5 y 6
Precios de venta de tabacos en Chile, 1750-1840
Fuentes: elaboración propia a partir de ANCH, FCM, serie 1, vol. 961, fjs. 5v.-6; vol. 962, fjs. 19, 32, 130, 356-364, 432; vol. 963, fjs. 43-50; vol. 976, fj. 10; vol. 977, fj. 73v.; vol. 979, fjs. 137-151, 168-170; vol. 980, fjs. 175-342; vol. 982, fj. 32; vol. 984, fjs. 368-369v.; vol. 988, fjs. 101-102v., 135v., 145v., 177, 180v., 210, 233, 252, 268v., 297v., 301; vol. 991, fj. 42; vol. 1027, fjs. 3-332; serie 2, vol. 283, fjs. 2-11; vol. 284, fjs. 1-64; vol. 287, fjs. 1-78; vol. 289, fjs. 1-43; vol. 305, 82-83; vol. 310, fjs. 95-97; vol. 3153, fjs. 2-3; Pérez García (1900: 372); Kyonen (1955: 53, 138); Lavaud (1996: 116, Anexo 1).
Los precios, por tanto, constituyeron un factor determinante de la nueva demanda
santiaguina de tabaco. Pese al alza de los precios medios, desde 4,2
reales/libra en promedio durante el periodo borbón hasta 5,5 reales/libra en la década de 183046, las cantidades demandadas no declinaron47, debido al efecto de dos movimientos de los consumidores que convergieron a
acentuar la preferencia por el humo. En primer lugar, del minoritario grupo de
rentas altas, antes consumidor de polvo, pero, más importante aún, de una proporción de los sectores medios e inferiores que, pese al aumento de los precios, en
comparación al tabaco en rama, cambió su preferencia por variedades de mayor calidad. La combinación de estos dos movimientos explicaría por qué pese al aumento de los precios medios los volúmenes no cayeron, sino por el contrario, se incrementaron aunque moderadamente.
Esta dinámica permite descartar un segundo factor explicativo de la evolución de estos hábitos, que apunta al efecto de imitación con que unos grupos sociales se vuelcan a las preferencias de otros, argumento
que no es apreciable para el caso santiaguino, donde el contexto político bélico independentista y su probable implicancia sobre el rechazo de costumbres
metropolitanas entre los sectores criollos más pudientes pudo ser más decisivo que el efecto de imitación de gustos de estratos inferiores al momento de cambiar sus preferencias por
tabacos de humo48. Menos evidente aún es que el cambio de las preferencias por tabacos de mayor valor de una
proporción de los sectores de menor renta se haya motivado por imitación del grupo más acomodado –cuyo hábito de aspirar después de la crisis imperial prácticamente desapareció–, sino que más bien evolucionó a un estado superior de bienestar, gracias a su efectiva capacidad de adquirir
bienes más caros.
Este modelo rescata, por tanto, el activo papel de la extensa masa consumidora
de Santiago, cuyo real poder de compra fue capaz de responder cada vez que las
autoridades decidieron continuar con el monopolio, pese al sensible gravamen de los conciudadanos (Lavaud, 1996: 39). Era tal la certeza sobre la demanda nacional por tabaco que
las estimaciones de su renta por parte del excelentísimo Senado en 1824 se realizaban sobre la base de un millón de habitantes debe ascender el consumo ínfimo de Chile a un millón de masos o libras (Kyonen, 1955: 121)49. Así, los beneficios del monopolio se basaban en un precio medio de venta de 5
reales/mazo/libra, de cuyo monto se descontaban el costo del tabaco, evaluado
en un real la libra de virginia o el mazo de Saña50, más un real de gastos por comisiones y labores de venta, quedando para el Estado
un margen/impuesto de 3 reales por unidad vendida. De esta forma, el
presupuesto de un millón de unidades demandadas se traducía en 375.000 pesos de recaudación al año, que equivalían aproximadamente a la cuarta parte de las entradas fiscales de aquella década (Kyonen, 1955: 118-122; Lavaud, 1996: 150).
En términos del consumo per cápita, Santiago no solo se comparó probablemente por encima de los volúmenes legales de venta del resto de Chile, al promediar 3,4 libras de tabaco por
habitante durante el último tercio del siglo xviii, sino que también superó a mercados consumidores como Madrid y Cataluña, cuyas ventas estancadas por individuo promediaron 1,05 y 0,14 libras en la
misma época, respectivamente (Luxán, 2007a: 170; Torres, 2007: 322). Después de la entrada masiva de tabacos por libra, las cantidades descendieron a 2,0
libras per cápita, reflejando con ello la mayor tasa de crecimiento de la población chilena de la primera mitad del siglo xix. Como consecuencia, el gasto en tabaco alcanzó a 1,6 pesos per cápita en promedio durante el periodo en análisis (Cuadro 2). Dado que el nivel de salario efectivo de un peón urbano fluctuó en torno a los 68 pesos por año al final del periodo colonial (Pinto, 1976: 85; Quiroz, 2009: 229; 2012: 116;
Llorca & Navarrete, 2015: 84), el gasto promedio en tabaco, incluso para un individuo de
aquella menor competencia, significó alrededor del 2,5% de su ingreso. En consecuencia, la adquisición de tabaco fue probablemente generalizada entre la población santiaguina, incluso cuando se trataba de abastecer un hogar51 con un único asalariado de calificación mínima.
Con todo, más allá de la comparación de cifras entre regiones, para comprender de manera integral cuán importante fue este fenómeno en Santiago dentro de este concierto es necesario contrastar elementos
adicionales. Uno de ellos tiene relación con la antigüedad del Estanco en Chile, cuyo funcionamiento desde 1753 se inscribió como el tercero después de Cuba (1717) y Perú (1752) (Fisher, 1999: 42; Escobedo, 2007: 220-221; Luxán & Gárate, 2010: 173). Este prematuro monopolio, si bien respondió a la urgencia hacendística metropolitana, revela al mismo tiempo el dinamismo con que se observó esta actividad no solo en términos de lo lucrativo que debió ser para algunos comerciantes (Barros, 2001, vi: 142), sino también por el alto y extendido consumo de tabaco que percibían las autoridades respecto de la población chilena.
En complemento, no puede desconocerse la incidencia del factor demográfico sobre el consumo. Así lo demuestran, al menos en términos de ingresos totales del Estanco, los registros de distintas economías hispanoamericanas a fines del siglo xviii (Gráfico 7). De acuerdo con estos antecedentes, el obispado de Santiago, tal como
podría esperarse por su menor número relativo de habitantes, presentó niveles inferiores de ingresos que los virreinatos, de mayor concentración demográfica. De igual forma, el partido de Santiago, pese a su considerable consumo per
cápita, presentó un nivel agregado más bajo que los grandes centros coloniales.
Gráfico 7
Ingreso por ventas de tabaco en Hispanoamérica, fines del siglo xviii
Fuentes: elaboración propia a partir de ANCH, FCM, serie 2, vol. 3155, fjs. 1-33; vol. 3156, fjs.
1-31; Laviana (1985: 90); Villalobos y Sagredo (2004: 86); Morales (2012: 45);
Acevedo y Torres (2016: 290).
7. Conclusiones
Sin considerar los efectos del contrabando ni el comercio ilícito, el consumo de tabaco en Santiago de Chile durante el periodo tardío colonial e inicios de la era republicana aumentó, en línea con el crecimiento de su población y pese al alza de sus precios medios. En términos de volumen, el consumo legal de tabaco alcanzó en promedio las 3,4 libras per cápita por año a fines del periodo colonial, mientras que en las primeras décadas republicanas bajó a niveles de 2,0 libras. Esta evolución se explicó por la transformación de la pauta de consumo santiaguina, cuya preferencia colonial por tabacos de
menor elaboración para labores de humo perdió terreno ante un mayor surtido de productos refinados después del periodo revolucionario que se inició en 1810. Durante esta transformación, los precios operaron de manera determinante, incentivando el abandono del
tradicional hábito de aspirar tabaco en polvo por parte del grupo minoritario de mayor renta,
por un lado, y promoviendo la demanda efectiva de los estratos medios e
inferiores por tabacos de mejor manufactura, por otro.
Este acento en el fenómeno del consumo resalta, por tanto, el papel activo de la población santiaguina, cuyo acceso al tabaco debió ser universal, toda vez que este gasto representó tan solo un 2,5% del ingreso efectivo anual de un trabajador con la menor
calificación de la época. Un fenómeno que debió extenderse a todo Chile, al menos respecto de la mayoritaria población del obispado de Santiago, dadas las altas rentas asociadas al estanco y los
volúmenes de tabaco que se evidencian durante buena parte del periodo en examen.
Con todo, estos resultados constituyen un nuevo elemento a favor de la
denominada revolución del consumidor (Dobado, 2015: 19) y como consecuencia de la positiva condición de vida de la población de Santiago durante el inicio de la Era Moderna. Esto permite, por un lado,
destacar este espacio económico, en contraste con las medidas de regiones específicas que suelen utilizarse como parámetros homogeneizantes de toda Hispanoamérica y, por otro, disponer de mayores antecedentes empíricos para avanzar en el conocimiento de los verdaderos estándares materiales de este extenso territorio, ambos elementos centrales en el
actual debate sobre las causas de la gran divergencia. En concreto, la
evidencia de este trabajo motiva la revisión de la canasta de consumo para la agregación del índice de precios correspondiente al periodo tardío colonial chileno, cuyo contenido solo incluye, en una proporción mínima, el gasto de tabaco en polvo (Ramón & Larraín, 1982: 381).
Desde otra perspectiva, la atención sobre el consumo como elemento impulsor no solo de la cadena productiva y
comercial tabaquera, sino también de los logros recaudatorios fiscales a escala regional, deja de manifiesto el
contexto de liquidez en que operaba esta economía, a diferencia de la visión mayormente naturalizada con que se concibe a este espacio (Romano, 1965:
49-51). A través del comercio del tabaco en Santiago se visualiza cuán monetizada funcionaba esta economía durante la segunda mitad del siglo xviii, en contraste con la condición marginal con que se tilda a este espacio y Chile en general, donde se estipula
que las capas «populares» sufrían permanentemente la falta de dinero para los intercambios (Romano, 1960: 20).
Este trabajo muestra precisamente lo contrario por medio del extendido consumo
de tabaco, en especial en rama, cuyo destino fueron los grupos de menores
ingresos.
Finalmente, el comercio de tabaco en Santiago, lejos de presentar un estado
embrionario e irregular, tal como se aprecia en general la estructura del
comercio interno chileno en el contexto tardío colonial (Carmagnani, 2001: 205), fue un sector dinámico debido a la activa participación de los estanqueros, cuyo número se determinaba según los requerimientos de la demanda, lo cual les aseguró altos niveles de ingresos, al menos en relación a una buena proporción de los trabajadores remunerados de la época. Esta actividad, cuya dinámica fue distinta al comercio local, constituyó un componente importante del complejo mercado interno colonial de Santiago
(Martínez, 2016: 244-247), que llama a evaluar la visión convencional de los estándares de vida de su población, al menos con respecto a lo que hasta ahora señala la historiografía.
AGRADECIMIENTOS
Agradezco a los tres evaluadores anónimos de Historia Agraria sus valiosas observaciones y sugerencias de lecturas complementarias que
permitieron mejorar este artículo. Así también a Enriqueta Quiroz, Julio Djenderedjian, Juan Luis Martirén y María Inés Moraes, quienes comentaron una versión preliminar de este trabajo que fue presentada en las IV Jornadas de la AMHE,
Xalapa (México), febrero de 2017, y en el IV Congreso de la AHEC, San Andrés (Colombia), noviembre de 2017.
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NOTAS A PIE DE PÁGINA / FOOTNOTES
39. ANCH, FCM, serie 1, vol. 1027, fjs. 292, 319.